Cuando un ambiente Montessori es bien llevado, la guía tiene la difícil tarea de encontrar el balance perfecto entre la libertad y la disciplina. Es precisamente la base de la libertad y la estructura la que construye la disciplina en un niño.
De acuerdo con María Montessori si la disciplina se basa en la libertad y la disciplina debe ser necesariamente activa.
No podemos considerar a un individuo disciplinado sólo cuando se lo ha reducido artificialmente al silencio o se le ha vuelto inmóvil. Este niño silencioso e inmóvil es, en realidad, un niño al que se le aniquiló la voluntad.
Llamamos a un individuo disciplinado cuando es dueño de sí mismo y puede, por lo tanto, regular su propia conducta cuando resulte necesario para seguir alguna norma de vida.
Muchas personas asumen que la disciplina es algo que debe ser impuesto desde fuera por un figura de autoridad, que debe ser obedecida sin ser cuestionada. En una ambiente Montessori la disciplina no es algo que se ejerce sobre el niño; tampoco se trata de una técnica de control del comportamiento.
El principal enfoque, en Montessori, se da en el lugar interno del control, que permite al individuo elegir el comportamiento adecuado porque resulta bueno para el y para la comunidad.
Montessori sostenía que la disciplina es “no un hecho sino un camino”. La verdadera disciplina viene de dentro y es el resultado del continuo desarrollo del crecimiento interno.
El niño debe desarrollar un orden interior a través del trabajo antes de que sea capaz de elegir y llevar acabo sus propios actos. Montessori encontró que a los niños se les otorga, a través de la libertad inherente en sus ambientes de trabajo, los recursos para que la autodisciplina sea revelada. La independencia no disminuye el respeto por la autoridad, al contrario, la profundiza.
Una de las cosas que más despertó su interés fue el observar que el orden y la disciplina están íntimamente unidas y resultan en libertad.
Niveles de obediencia
La disciplina presupone un cierto grado de obediencia. Antes de los tres años, el niño es incapaz de obedecer, a menos de que lo se le pida corresponda con una de sus necesidades vitales. A esta edad, la personalidad todavía no esta formada en el nivel en el que pueda elegir obedecer. Montessori llamó a este nivel, el primer nivel de obediencia.
El segundo nivel de obediencia se alcanza cuando el niño es capaz de comprender los deseos de otra persona y las expresa en su comportamiento.
El objetivo de Montessori con respecto a la autodisciplina va más allá de esto y tiene que ver con el tercer nivel de obediencia al que llamó “alegre obediencia”. En esta etapa el niño ha interiorizado la obediencia, o mejor dicho, ha desarrollado la autodisciplina donde ve claramente el valor de lo que la autoridad le ofrece y se apresura a obedecer.
Esto no es obediencia ciega, sino una informada elección hecha por una personalidad que ha crecido en libertad y se ha desarrollado en su máximo potencial. Este nivel de obediencia o autodisciplina conlleva un grado de auto respeto que lleva al niño a respetar los derechos y necesidades de los otros. De esta manera puede aprender y crecer en la seguridad de una comunidad de individuos respetuosos.
Fuente:
http://www.montessori.org/index.php?option=com_content&view=article&id=230:the-montessori-approach-to-discipline&catid=27:articles-on-parenting-the-montessori-way&Itemid=42
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