Tiene 16 años y ya es el "rey" del futuro por su don con ordenadores
'Mis padres pensaban que estaba jugando'. Gana mucho más que ellos
Michael Sayman ha entrado en el cuartel general de Facebook en San Francisco, becado por el creador de la empresa.
A los 16 años, Michael Sayman es un chaval que ha llegado más lejos que los demás de su edad. Empezó con 13 y su carrera no para. Ya ha desarrollado nueve aplicaciones para Apple, tras ejercitarse en unas 40. Un ejercicio que lo ha llevado a la primera fila de la informática mundial.
Esta misma semana ha comenzado una pasantía en el cuartel general de Facebook en San Francisco como desarrollador de aplicaciones y contenidos, con lo cual pretende darle una estructura profesional a lo que es un don natural, que de entrada sorprendió a su familia que no tienen nada que ver con el tema. Los Sayman vinieron a Estados Unidos desde Perú hace 20 años para dedicarse a la gastronomía en Miami.
Lo de Michael comenzó hace tres años, cuando sorprendió a todos con el diseño de una aplicación de un popular juego de vídeo. La colgó en iTunes y el dinero comenzó a ingresar a su cuenta. «El primer día entró un dólar, después 10, 20 y 40. Fue cuando me di cuenta de que tenía algo entre manos», recuerda en una conversación con Crónica, sentado en la cama de su cuarto y desplegando una sonrisa que jamás se borra de su rostro.
En pocas semanas tenía ya otras dos aplicaciones colgadas y, de repente, comenzó a ganar más dinero que sus padres, una familia que vive alrededor de El Pollón, un popular restaurante del oeste de Miami. «Es que no podía creerlo. Mis padres fueron los primeros sorprendidos. Esto ha cambiado la vida de nuestra familia», recuerda. De las 40 aplicaciones que ha diseñado, las nueve que ha vendido se han distribuido en más de 1.200 ejemplares.
«Mis padres pensaban que estaba jugando», agrega. Pero no fue así. Su éxito es tal, que hoy Sayman contribuye directamente a los gastos de su casa, ha pagado parte de los costos del Colegio de Belén, la famosa escuela de la elite de Miami, donde se acaba de graduar. «Mis compañeros de clase saben que hago algo, pero no qué», explica. El adolescente es ya famoso en el ambiente informático y su destreza de programador ha llegado lejos. Se hizo amigo de Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, y el presidente de Apple, Tim Cook, le echa el brazo por arriba y añora tenerlo trabajando a su lado desarrollando las aplicaciones que él le vende.
«Lo de Mark fue una pasada. Un día su secretaria me mandó un correo y me dijo: "Mark quiere conocerte". Yo le pregunté: "¿En serio?". No me lo podía creer. ¿Cómo supo de mí? Cuando lo vi no lo conocí de inmediato. No tiene una oficina, trabaja detrás de un ordenador en medio de los demás, tenía los pies arriba de la mesa. Es un tío normal, corriente, como cualquier otro que trabaja allí. Me dijo: "Hola Michael, soy Mark". Y me llevó a conocer las instalaciones de Facebook. Aquello es el sueño de cualquier niño. Tiene restaurantes de todo tipo, no cuestan nada. Dentro se desplazan en bicicleta. Es una pasada. Parece que la gente estuviera jugando, pero está trabajando de verdad, porque Facebook es una plataforma muy compleja. Me invitó a pasar tres meses a su lado», cuenta a Crónica prácticamente con un pie en el avión que lo lleva a San Francisco.
'Mi plan: Divertirme'
De momento, el joven no sabe que hará exactamente en Facebook. Espera que su amigo Mark le diga, pero le gustaría dedicarse a algo relacionado con la conversión de la plataforma al ambiente móvil y su aplicación al sistema operativo OSX de Apple. Por algo recibe a Crónica con una camiseta azul que tiene escrito «The Joy of OSX», algo así como «la alegría de OSX». «Mi plan es definitivamente divertirme», asegura.
Es que Michael Sayman es un chico como muchos de su edad. Le gusta pasarlo bien con sus amigos, es un fanático del cine, tiene uno literalmente a 50 metros de su casa, pero de momento no piensa mucho en novias. «Hay que trabajar». Como tampoco tiene planes de ir a la universidad. «No digo que no vaya, pero no por ahora. Ahora quiero concentrarme en la programación porque esto es un mundo que se desarrolla muy rápido y hay que estar atento a todo». Presionado, admite algo: «Si voy a la universidad será para estudiar ingeniería de ordenadores».
Aún así tiene ideas muy claras sobre cómo proyectarse, partiendo de su propia experiencia. Por ejemplo, hasta ahora el chaval no entiende la fría reacción de los maestros de su colegio corrió la voz de que había un pequeño genio entre ellos. Sayman no reclama que no le hayan prestado atención ni se le han subido los humos a la cabeza. Sino que le chocó que sólo sus compañeritos de clase lo felicitaran por su éxitos. «Mi colegio no reaccionó como esperaba, todos mis amigos se interesaban por lo que estaba haciendo, pero la administración, no. Fue como si no les importara», desvela. Es el único momento de la conversación en que la sonrisa desaparece del rostro.
Sin entrar en grandes profundidades, Michael aventura una explicación. «Es complicado decir esto, pero creo que se debe al hecho de que sea algo nuevo, ellos están concentrados en lo más común y conocido, como formar abogados, doctores, ingenieros, cosas así. Lo de la informática es un mundo nuevo para ellos y no saben muy bien cómo enfrentarlo», dice, haciendo un gesto de incredulidad con las manos.
Y rápidamente agrega: «Pertenezco a una generación que sólo ha trabajado o estudiado con ordenadores. Esa gente no entiende que los cursos que nos dan no son suficientes, no enseñan a los chicos a programar. Si los chicos supieran o aprendieran a programar serían de inmediato contratados por Google. Mi colegio debería aprovechar eso». Lo más curioso, apunta, es que tienen las herramientas. La escuela ha distribuido entre los profesores de su curso una veintena de iPad's. «Los tiran y no los usan. Todos mis amigos tienen iPad, ¿te imaginas que lo supieran usar mejor?». El propio Michael tiene dos, uno en cada esquina de su cama que utiliza para divertirse, estudiar y programar.
«Te explico mejor. Si los chicos no están aprendiendo a hacer un código para el iPad, el iPad no sirve rigurosamente para nada. Hacer una aplicación es siempre una forma de volver a aprender lo que has aprendido y mejorar. Estar jugando con él todo el tiempo no sirve para nada. Hay que aprovechar más ese aparato que hace de todo y si los maestros usaran el iPad sabrían hacer aplicaciones y enseñarlo», reflexiona.
Para él, más que la falta de aprendizaje, lo preocupante es que la tecnología todavía no llega a dónde debe llegar. «Aún no se lo he dicho, pero creo que voy a tener que decirle a Mark que no se está usando mucho la nueva tecnología. Se inventan muchas más aplicaciones y programaciones de lo que se enseña a los chicos a usar las herramientas. Todavía hay mucho miedo por ahí a lo novedoso», subraya.
Es un tema que se nota que le apasiona porque se extiende en una serie de explicaciones que dejan la idea de que lo de él es mucho más que una aplicación o un programa de ordenador, sino el desarrollo del mundo que las nuevas tecnologías han creado. «A mí la idea que me da es que a veces los maestros tienen miedo de que los alumnos sepan algo más de lo que ellos saben. Es por eso que hice el club». ¿Un club, qué club? «Un club de ordenadores y tecnología con mis amigos en la escuela. Les enseño las programaciones. No hay que detenerse sólo porque no haya maestros que nos enseñen. ¿No te parece?», inquiere.
Michael no necesita de grandes recursos para trabajar y diseñar sus aplicaciones. Le basta un ordenador portátil, otro de mesa y sus dos iPad. Lo demás, es una cuestión de ideas. «A veces las ideas me vienen pero tardo en arrancar y demasiado en terminarlas. Pero lo cierto es que hace tres años no sabía nada y lo hice». ¿Cómo? «Pues leyendo en internet cómo se hace una aplicación. Está todo allí, sólo hay que buscarlo, todo lo demás es imaginación, antever el futuro».
Dentro de 10 años
«No sé dónde voy a estar en 10 años. Sólo sé que en 10 años vamos a tener coches que se conducen solos y necesitamos muchas aplicaciones. Pero sobre mi carrera, no sé que pasará conmigo. A lo mejor mi vida estará más controlada porque, la verdad, es que ahora es una locura», vuelve a lanzarse a toda carrera en un intento para dejar claro su pensamiento.
Es una vida tan loca que en las últimas semanas le sigue continuamente un equipo de la cadena Univision que filma todos sus pasos para un documental. Incluso su conversación con Crónica. ¿Se siente famoso? «La verdad no he pensado en ello, pero me entrevistan mucho y casi siempre no se que decir. Pero me gusta explicar las cosas». ¿Qué es lo peor de ganar dinero? «Me tengo que habituar a cosas nuevas. Como los líos con Hacienda. Todo eso es muy complicado para mí. No los entiendo muy bien. Vamos a ver». Así es, aún no ha ido a la universidad y Michael ya paga impuestos.
Y al final de su primer día de trabajo al lado de Mark Zuckerberg envió un tuit que da una idea de lo que le espera. «Primer día en Facebook y cuatro juegos ya sobrepasaron la marca histórica de 500.000 usuarios». Es el futuro y el chaval lo sabe. Y pensar que cuando todo comenzó sólo tenía 13 años.