La Disciplina Positiva se basa fundamentalmente en el trabajo de Alfred Adler, Psiquiatra Austriaco de principios del siglo 20, quien creía que el comportamiento de los seres humanos se basa en su deseo de mejorar su situación en la vida y que todos los seres humanos, incluidos los niños, son iguales, merecedores de dignidad y respeto.
Él valoraba el sentido de comunidad y enseñó que la necesidad más básica de las personas era el tener un sentido de pertenencia a un grupo (familia, escuela, comunidad) y sentirse capaces de contribuir al bienestar del grupo. Se dio cuenta de que una de las principales herramientas para ayudar a las personas era el poder del estímulo.
Un poco más tarde, Rudolph Dreikurs, Psiquiatra discípulo de Adler, desarrolló trabajos sobre la Psicología Adleriana, llevándolos a la práctica y convirtiéndose en un firme defensor de la necesidad de enseñar, a padres y profesores de todos los niveles socioeconómicos, medios eficaces para ayudar a los niños y a las familias.
La obra de Adler y Dreikurs fue adaptada y ampliada por Jane Nelsen y Lynn Lott, para hacer frente a las necesidades de las familias, las escuelas y los niños de hoy.
En 1980 ambas asisten a un taller de Psicología Adleriana. Después de esto Lynn comienza a realizar talleres y con ayuda de algunas personas escribe el primer manual de enseñanza para padres.
Jane Nelsen, como directora del proyecto ACCEPT (Conceptos Adlerianos de Consultoría para alentar a Padres y Maestros) obtuvo resultados importantes al orientar a padres y maestros en la disciplina con sus niños, el resultado fue tan significativos que obtuvo una concesión para ser difundido en los demás distritos escolares de California y en 1981 escribió y publico el libro “Disciplina Positiva”.
En 1988 Jane Nelsen y Lynn Lott escriben el libro “Disciplina Positiva para Adolescentes”, y empezaron a enseñar a padres y educadores, a través de talleres vivenciales, a desarrollar habilidades y competencias que les permitan desarrollar su rol eficientemente ya sea en la crianza en el hogar o en el salón de clase.
Desde entonces y en conjunto con otros colaboradores, la serie de libros de Disciplina Positiva se ha incrementado en títulos que se refieren a diferentes edades, contextos familiares y situaciones concretas.
Disciplina Positiva es enseñada y difundida entre los padres, familias, escuela, comunidad a través de los y las Educadoras de Disciplina Positiva Certificadas por la Asociación de Disciplina Positiva de Estados Unidos.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de Disciplina Positiva?
Disciplina Positiva no es ni permisivo ni represivo.
Consiste en:
Primero se establece una conexión antes de la corrección, porque el objetivo principal es desarrollar el sentido de pertenencia e importancia.
Una vez los estudiantes desarrollan esta conexión − con la comunidad, la familia, la escuela…−, están preparados para aceptar correcciones desde la amabilidad y la firmeza. Otro aspecto significativo del programa es que no se centra en los castigos, sino en aportar soluciones.
¿Cómo se traduce en la práctica?
En permitir que los estudiantes se involucren en las soluciones de los problemas que surgen en clase. Les enseñamos a trabajar con la aportación de ideas, a reflexionar sobre cuál es el problema y a debatir sobre posibles soluciones. Con esta sencilla actividad, los estudiantes se sienten capaces, refuerzan sus vínculos de pertenencia y están mucho más motivados para implementar las soluciones que han sugerido. Además de su implementación en las aulas, ésta es una actividad perfecta para trabajar en familia.
¿Cómo pueden los docentes ayudar a los estudiantes a desarrollar el sentido de pertenencia?
Una de las preferidas tiene que ver con la validación de sus emociones. Diciendo, por ejemplo, “sé que estás molesto ahora mismo, pero no está bien golpear a los demás”, o “sé que no quieres hacer los deberes en este momento, pero es hora de hacer los deberes”. De nuevo, amabilidad y firmeza. También es muy importante escuchar a los estudiantes y decirles frases como: “realmente me preocupo por ti” o “vamos a trabajar para encontrar una solución que funcione para los dos”.
¿Podría explicar una sencilla actividad para potenciar la capacitación de los estudiantes?
Una actividad muy útil es poner los problemas en la agenda y abordarlos en reuniones de clase. Pongámonos en una situación en la que los niños no están teniendo suficiente cuidado con los equipamientos del colegio cuando juegan en el patio. En estos casos, muchos profesores acaban castigando o limitando privilegios a los alumnos, pero nosotros apostamos por añadir la problemática en la agenda para abordarlo cuando llegue el momento de la resolución de problemas y que todos los niños puedan aportar sus soluciones.
¿Al aportar soluciones se sienten capaces?
Sí, pero no sólo esto, al haber participado en todo el proceso es más probable que acaben implementando las soluciones que han propuesto. La clave está en que cuando los niños están involucrados se sienten más capaces, tienen la sensación de que se les tiene en cuenta y están más motivados para poner en práctica sus propuestas. Esta actividad también se puede desarrollar a nivel individual, entre el profesor y el alumno, cuando surge un problema concreto.
¿Qué problemáticas se desprenden de este método?
El castigo únicamente detiene el mal comportamiento por un periodo corto de tiempo, pero no funciona a largo plazo, ya que no estamos enseñando las habilidades necesarias para la resolución de problemas y en cómo confiar en las propias capacidades. Los estudios sobre el cerebro nos muestran que los niños sólo pueden acceder a la parte del cerebro abierta a la resolución de problemas cuando se sienten bien.
¿Cuáles son las consecuencias de los castigos a los estudiantes?
Los castigos provocan dos tipos de respuestas distintas en los niños. A algunos estudiantes les invita a la rebelión y, por este motivo, siempre se acaba castigando a los mismos alumnos una y otra vez. A otros, los castigos les lleva a convertirse en lo que llamamos adictos a la aprobación, aquellos que tienen tanto miedo al castigo que acaban renunciando a sí mismos.
Se centra en perseguir resultados a largo plazo, ya que lo que buscamos es que los estudiantes se sientan capaces, que contribuyan y que cooperen. Fomentamos que hagan lo correcto cuando nadie les está mirando.
¿Qué diferencia la Disciplina Positiva de otros programas similares?
Pensemos en un iceberg, cuya parte superior representa el comportamiento. Muchos programas de disciplina únicamente trabajan con la punta del iceberg, es decir, con la conducta. Habitualmente se utiliza la teoría del conductismo de B. F. Skinner, que está basada en las recompensas y los castigos. En estos programas, los docentes deben determinar cuándo los alumnos se están portando bien y recompensarles, y cuándo su comportamiento no es el adecuado para castigarlos.
Pero la Disciplina Positiva mira bajo el agua…
Bajo el agua encontramos lo que llamamos la creencia detrás de la conducta. Como la creencia es lo que motiva la conducta del niño, si no la tenemos en cuenta el comportamiento no mejorará. Por último, en la base del iceberg encontramos el sentido de pertenencia e importancia, dos aspectos muy importantes que también deben trabajarse.
¿De qué tipo de creencias estamos hablando?
Hemos definido cuatro categorías, aunque hay variantes en cada una de ellas. Muchos niños únicamente se sienten pertenecientes cuando reciben toda la atención, otros únicamente cuando mandan o, al menos, cuando no dejan que los demás les dirijan. También hay los que recurren a la venganza, ya que sienten que no son tenidos en cuenta, lo que les produce dolor y, en consecuencia, acaban haciendo daño a otras personas. Finalmente, encontramos a los que simplemente tiran la toalla porque no se sienten ni tenidos en cuenta ni capaces.
¿Cómo aborda estos casos la Disciplina Positiva?
Todas las herramientas de nuestro programa hacen sentir a los niños que son tenidos en cuenta, importantes, capaces y les acentúa el deseo de contribuir y cooperar, por lo que aprenden valiosas habilidades sociales y de vida. Hemos desarrollado muchísimas herramientas basadas en lo que llamamos el modelo alentador, que está enfocado a animar a los niños.
Habla de habilidades sociales y de vida, ¿de qué habilidades estamos hablando?
Algunas de las habilidades son la autodisciplina, responsabilidad, resolución de problemas, amabilidad, respeto por los demás… Pero lo interesante de estas habilidades es que son las que padres y profesores mencionan cuando les preguntamos en los seminarios sobre cuáles son las habilidades que los niños han de desarrollar para tener éxito en la vida. Son ellos quienes crean la lista de habilidades, que siempre es muy larga y similar, independientemente de la cultura o el país donde nos encontremos.
¿Forma parte de los workshops que hacéis?
Sí, y es una actividad que se complementa con la segunda lista que les pedimos a padres y docentes que consistente en listar los retos que tienen con los niños. Es bastante recurrente que se apunten cosas como que no escuchan, que no hacen los deberes, que muerden o pegan patadas… A partir de estas dos listas, de habilidades y retos, les enseñamos diferentes herramientas que no sólo les ayudan a lidiar con los retos, si no que al mismo tiempo, fomentan en los niños el desarrollo de las habilidades que ellos creen importantes para la vida.
Según su experiencia, ¿es difícil que los docentes abandonen el método del castigo y la recompensa?
Para implementar la disciplina positiva es necesario que, en primer lugar, los docentes entiendan por qué deben abandonar el método del castigo y recompensa, y sean capaces de comprender por qué este método no funciona a largo plazo, aunque sí es útil de manera temporal. En los seminarios que organizamos con docentes les ofrecemos recompensas para que puedan ponerse en la piel de los estudiantes y analicen cómo piensan, sienten o deciden sus alumnos.
¿Cuál es el resultado?
Los profesores perciben que es normal que a sus alumnos les guste recibir recompensas y son conscientes que conlleva una aspiración de que en futuras ocasiones sean mayores. A partir de este ejercicio pueden llegar a la conclusión que las recompensas son atractivas para los estudiantes pero que no les transmite ninguna habilidad.
En nuestras formaciones enseñamos herramientas a padres y docentes que les ayudarán a sentirse mejor y obtener mejores resultados a largo plazo. Debemos tener en cuenta que muchos docentes no abandonan el método del castigo y la recompensa porque desconocen otras posibilidades