viernes, 31 de enero de 2014
5 consejos para ganar presencia en el aula
5 consejos para ganar presencia en el aula
A la hora de enfrentarnos a una sesión lectiva, debemos tener muy en cuenta varios aspectos que pueden resultar determinantes para el buen desarrollo de la misma. En muchas ocasiones no somos conscientes de que, a través de pequeños detalles, seremos capaces de optimizar mucho mejor nuestras clases. Ganar en presencia es ganar en visibilidad y esta visibilidad se puede convertir en un elemento determinante para que podamos enseñar más y mejor a nuestros alumnos. Seguramente muchos de vosotros habréis oído en alguna ocasión la expresión docente invisible. Se trata de una expresión con una connotación negativa y que se asocia a aquellos docentes que son ignorados y, en ocasiones, ninguneados por los alumnos. Quiero pensar que ser un docente invisible no tiene por qué ver con el sexo, edad, experiencia o físico, por citar algunas cualidades.
De ahí que en este artículo quiera incidir en ciertos aspectos que nos pueden ayudar, y mucho, a ganar presencia y visibilidad en el aula. Son actuaciones que todos somos capaces de llevar a cabo y que pueden proporcionarnos grandes beneficios. No siempre somos conscientes de la importancia del lenguaje no verbal, del lenguaje que se transmite no por la palabra, sino a través de los gestos. De hecho, se dice que transmitimos más con el cuerpo que con la voz. Y dentro del lenguaje no verbal cobra vital importancia el lenguaje no verbal visual y gestual. Sobre este tipo de lenguaje no verbal me gustaría centrarme en este artículo.
¿Cómo podemos ganar presencia en el aula?
1. Colocación. La presencia en el aula está muy relacionada con la posición que ocupemos en la misma. En otros artículos ya me he referido a la importancia de la disposición de un docente para gestionar correctamente una sesión lectiva. En este sentido recomiendo la lectura de los artículos 5 posiciones básicas del profesor en el aula y 5 consejos para empezar con buen pie una clase. En ambos artículos incido en el hecho de que, para ganar presencia, debemos hacernos visibles a nuestros alumnos. En este sentido, recomiendo priorizar estar de pie el máximo tiempo que sea posible, en una posición centrada del aula, sobre todo al iniciar la clase, y realizar desplazamientos entre los pasillos que se crean en el aula. Normalmente la mesa y la silla del docente suele estar en una esquina del aula y esto hace que perdamos presencia y visibilidad. Creo que es fundamental que nos vean para que nos escuchen. Cuando haya pasado un tiempo de la sesión lectiva y no estemos enseñando, nuestra presencia no será tan determinante e incluso podemos pasar desapercibidos si vemos que en el aula hay un clima de trabajo y concentración. Al final de la sesión lectiva debemos recuperar otra vez la posición inicial central.
2. Mirada. Sé que en ocasiones enfrentarse a un grupo de alumnos puede resultar algo intimidatorio. También es cierto que no hay dos personas iguales y que de entre las personas o docentes los hay más introvertidos y más extrovertidos. Pero saber mirar a nuestros alumnos a los ojos es muy recomendable si lo que queremos es aumentar nuestra presencia en el aula. Cuando miramos a los ojos de los alumnos les estamos transmitiendo mucha información sin necesidad de pronunciar una sola palabra. Cuando sostenemos la mirada a un alumno le estamos diciendo, precisamente, que este alumno nos importa, que queremos escuchar, no oír, aquello que nos quiere transmitir. También le podemos mirar para indicarle algún tipo de conducta inapropiada o incluso con una mirada podemos conseguir que un alumno corrija una conducta disruptiva en el aula. No subestiméis nunca el valor de una mirada y aprovechadla para haceros ver.
3. Cuerpo erguido. La información corporal que transmitimos a nuestros alumnos es un aspecto muy a tener en cuenta por lo que a ganar presencia en el aula se refiere. En este sentido me parece muy necesario mantener una posición erguida en todo momento. La información no verbal que recibe el alumno cuando estamos erguidos es la de predisposición para el trabajo, de vitalidad, de seguridad. Además, el mantener una postura erguida es un hábito muy saludable porque reduce el cansancio y la fatiga y, al tener el cuerpo una mayor uniformidad, mejora nuestra oxigenación. Hay que evitar, por tanto, caminar de forma cansina, con la espalda curvada, porque les transmitiremos a nuestros alumnos falta de energía y entusiasmo, y perderemos mucha visibilidad y presencia.
4. Manos. ¿Os imagináis a un docente sin manos? Lo cierto es que las manos son esenciales cuando nos referimos a ganar presencia en el aula. El uso de las manos, su correcta gesticulación, permite al docente ganar no sólo en presencia, sino que también produce un efecto llamada en el alumno. El uso de las manos a la hora de enseñar nos sirve en muchas ocasiones para captar la atención del alumno. Además, es muy útil porque las manos permiten la transmisión de mensajes complementarios, es decir, lo que enseño puedo reforzarlo con gestos. Por que nuestras manos hablan, son una extensión de nuestras palabras y de nuestros pensamientos. Continuamente nos delatan y no somos en absoluto conscientes de ello. Evitad, por tanto:
- Poner la mano frente a la boca cuando hablamos (inseguridad).
- Poner las manos en los bolsillos (inseguridad y pasividad).
- Señalar con el dedo (acusación).
- Poner las manos pegadas a la boca como si estuviéramos rezando (desesperación y falta de control).
- Tener los puños cerrados (agresividad y tensión).
5. Silencio. “Cuando alguien habla demasiado, sus palabras suenan sin oírse.” Así reza una cita de Konrad Adenauer. La Real Academia de la Lengua define el silencio como la ‘abstención de hablar’ o la ‘falta de ruido’. La gestión del silencio en el aula no siempre es fácil. Hay varias formas de gestionar el silencio en el aula. A mí me gusta dividir el silencio de una sesión lectiva en tres grupos: el silencio del docente, el silencio del alumno y el silencio de la clase. Los tres silencios tienen sus ‘tempos’ y hay que saber administrarlos. Un silencio bien gestionado nos permite ganar en atención y concentración, permite estructurar mejor nuestro lenguaje y nuestro pensamiento y evita la disrupción en el aula. Si somos capaces de dominar estos silencios, ganaremos en lo que a control del aula se refiere. Al recpecto de la conduca disruptiva recomiendo la lectura del artículo 5 consejos para evitar la disrupción o conducta disruptiva en el aula.
La importancia del tono, el timbre y la voz para ganar presencia en el aula.
He querido dejar para el final una distinción de lo que entendemos por tono, timbre y voz. Lo he hecho así porque son elementos que influen de manera directa en el lenguaje verbal, a diferencia del lenguaje no verbal del que he hecho referencia más arriba.
- Tono. Inflexión de la voz y modo particular de decir algo, según la intención o el estado de ánimo de quien habla (tono grave y tono agudo).
- Timbre. Calidad de los sonidos, que diferencia a los del mismo tono y depende de la forma y naturaleza de los elementos que entran en vibración (características de nuestra voz). El timbre es lo que podríamos considerar como la huella digital de la voz.
- Voz. Sonido que el aire expelido de los pulmones produce al salir de la laringe, haciendo que vibren las cuerdas vocales. Aunque no podemos cambiar la voz, sí es posible educarla y mejorarla, si es preciso.
Como podéis observar en estos tres términos relacionados con nuestra forma de hablar, hay aspectos que son únicos de nuestra persona y que difícilmente podemos corregir. Tal es el caso de nuestro timbre. Pero sí podemos modificar o reeducar nuestra voz para así ganar en salud, en presencia y en seguridad. Los docentes tendemos a descuidar nuestra voz, cuando es uno de los instrumentos por el cual más y mejor enseñamos a nuestros alumnos. Ahí van algunos consejos que deberíamos tener en cuenta para una correcta educación de la voz:
- No carraspees. Es mejor toser o tragar.
- No grites. Produce una irritación de las cuerdas vocales. Gritar no siempre conlleva silencio. Recordad que el silencio se puede conseguir con nuestro silencio.
- Usa la respiración diafragmática. El aire se deposita en el abdomen y facilita al músculo diafragma subir el aire a las cuerdas vocales. Es un tipo de respiración no superficial que reduce la ansiedad, y permite que hablemos con menor esfuerzo y mayor claridad. Con este tipo de respiración también podremos controlar mejor el tono de nuestra voz.
Muchas veces cuando explicamos pensamos en el valor de la palabra y descuidamos la importancia de la voz. Y en este sentido, si queremos ganar presencia en el aula, si queremos que nuestros alumnos nos escuchen, es tanto o más importante la voz con que lo transmitimos que no lo que transmitimos en sí.
Quisiera acabar este artículo dejando claro que ganar presencia en el aula no tiene por qué ir ligado al respeto y a la autoridad del docente. Creo que son aspectos diferentes. Pero sí estoy convencido de que si somos capaces de llevar a cabo buena parte de la actuaciones que he expuesto en este artículo, podremos mejorar y mucho la gestión del grupo clase, ganaremos en nuestra forma de enseñar, en seguridad y en una mayor atención de nuestro alumnado
domingo, 26 de enero de 2014
viernes, 24 de enero de 2014
Educación familiar
Las reglas de un padre para criar a sus 12 hijos
M.A. / MADRID
Día 24/01/2014 - 11.33h
Debían limpiar los baños desde los 3 años, cocinar desde los 7 y pagarse cada uno sus estudios universitarios
Francis L. Thompson se siente orgulloso de la familia que él y su mujer han sacado adelante en Estados Unidos. Hoy el pequeño de sus 12 hijos tiene 22 años y el mayor 37. Todos cuentan con un título universitario que se han pagado ellos mismos, están casados y educan a sus 17 nietos en los valores de autonomía, respeto y gratitud con los que les educaron. ¿Su secreto? Unas estrictas reglas que el matrimonio decidió adoptar pese a haber disfrutado de una cómoda situación económica. Éstas son algunas de las cosas que, a su juicio, hicieron bien:
«Los niños tenían que realizar tareas desde los 3 años», explica enQz.com y en The Atlantic. A los 3 años uno no limpia los baños muy bien, pero a los 4 «ya realiza un trabajo razonablemente bueno», asegura este padre de familia, que hoy se explica en El Mercurio cómo muchos progenitores les decían que era difícil enseñar a un niño tan pequeño a limpiar bien un baño. «Nos decían: "No queremos perder ese tiempo. Es más fácil si lo hago yo". Y ese es nuestro punto. No se trata de que el baño quede limpio, sino del tiempo que dedicas a enseñarle cosas a tu hijo. Incluso a los tres años, saben que te preocupas por ellos y que pueden hacerlo mejor. Ya a los 4 años hacen un trabajo razonablemente bueno y están orgullosos de sí mismos».
A los 8 años se lavaban su propia ropa, en el día que se les asignaba para ello, y todos, niños y niñas, tuvieron que aprender a coser. Desde los 7 hacían la cena leyendo una receta y todos los miembros de la familia cenaban y desayunaban juntos.
«Nos molestaba cuando los padres obligaban a los hijos a comer todo, aunque dijeran que estaban satisfechos. Pero, al mismo tiempo, queríamos que tuvieran una dieta equilibrada. Nuestra solución fue darles la comida que más odiaban primero (generalmente vegetales). Ellos podían comerla o dejarla. Si elegían no comer, no podían comer galletas ni ningún aperitivo hasta la siguiente comida. Si querían, podían comer lo que no comieron antes y luego comer más. Funcionó fantástico», explica.
«A día de hoy nuestros niños no tienen miedo de probar diferentes alimentos y no tienen alergias a los alimentos», añade el padre, que asegura que todos sus hijos son «delgados, atléticos y muy sanos». Tal vez porque todos los niños tenían que practicar algún deporte en casa de los Thompson. Eso sí, podían elegir y cambiar si preferían otro. También tenían que pertenecer a algún grupo o club ya fuera de teatro, de historia o a los boy scouts y estaban obligados a servir a la comunidad. «Una vez recogimos la ropa vieja y la llevamos a México y la repartimos. Los niños vieron cómo era la vida de muchas familias y cómo agradecieron su ropa».
La educación era otro pilar importante. Todos los días había un tiempo reservado para el estudio. Si no tenían tarea, las empleaban en leer libros y si eran pequeños otros se los leían. «Por supuesto, estábamos junto a ellos durante las dos horas de estudio al día, para que pudieran pedir ayuda en cualquier momento», apunta. Pasadas las dos horas (o más si eran mayores), podían hacer lo que quisieran.
Si los niños llegaban a casa diciendo que su profesor les odiaba o no era justo, siempre les contestaron que debían encontrar la manera de aprenderse la lección «porque en la vida real, puedes tener un jefe que no te guste».
Cada hijo tuvo su propio ordenador, pero tuvo que construirloa partir de los 12 años. El padre compró el procesador, la memoria, la fuente de alimentación, la caja, el teclado, el disco duro, la placa base y el ratón y ellos hubieron de arreglárselas.
Al cumplir los 16 años, les compraban un coche, pero uno viejo que tenían que reparar. Los padres pagaban los materiales, pero debían ser ellos quienes realizaran el trabajo. Y los doce tuvieron que trabajar para pagar sus estudios universitarios.
Francis reconoce en El Mercurio que en ocasiones se sintieron demasiado severos, «pero aprendimos una regla sencilla: si eres estricto, debes serlo con una gran dosis de amor, como abrazos, besos y siempre hablar con tus hijos diciéndoles cuánto los quieres». Ésa es la clave para educar a los hijos, a juicio de Thompson, ser firmes y cariñosos. «Darles cosas a los niños no es una demostración de amor. Enseñarles a ser honestos, trabajadores, a retribuir a la sociedad, querer a otros y demostrarles la importancia de la educación es la verdadera muestra de amor».
Pactaron con sus hijos algunas de las reglas y permitieron a sus hijos cometer errores, explica. «No les castigamos por hacerlo mal, dejamos que la lección fuera la herramienta de enseñanza». Así lograron que los niños no tuvieran miedo a probar algo nuevo.
Pese a disfrutar de una cómoda situación económica, el matrimonio Thompson no ha ayudado a sus hijos a comprarse una casa, o pagar su boda, aunque sí les proporcionaron toda la información y ayuda para hacerlo. «Los niños aprendieron desde muy temprana edad que nosotros, como padres, siempre estaban allí para ellos, pero los dejaban crecer sus propias alas y volar», asegura el padre de familia.
«Quisimos a los niños, independientemente de lo que hicieron (...) Dejamos que sufrieran las consecuencias de sus acciones y no tratamos de mitigarlas, aunque los vimos sufrir», añade Thompson antes de concluir: «No somos los mejores amigos de nuestros hijos. Somos sus padres»
Original:
http://www.abc.es/familia-padres-hijos/20140124/abci-reglas-padre-para-criar-201401241022.html
domingo, 19 de enero de 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)